sábado, 19 de noviembre de 2011

Poetas malditos y la balada de las lenguas envidiosas





Del francés Les Poètes maudits, (Los poetas malditos), es un libro de ensayos del poeta francés Paul Verlaine publicado por primera vez en 1884, y luego en una versión aumentada y definitiva en 1888.

En esta obra se honra a seis poetas: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y Pobre Lelian ("Pauvre Lelian" en el original francés, anagrama del propio Paul Verlaine). Los comentarios de los autores que dio Verlaine, quien conoció personalmente a la mayoría, tratan sobre el estilo de su poesía y de anécdotas personales vividas con ellos.

Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura. También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios.

El concepto de Verlaine acerca poeta maldito, fue en parte tomado del poema de Baudelaire llamado Bendición, que inicia su libro Las flores del mal. El uso de esta expresión y del término malditismo se generalizó luego para referirse a cualquier poeta (o a un escritor de otros géneros o incluso a un artista plástico) que, independientemente de su talento, es incomprendido por sus contemporáneos y no obtiene el éxito en vida; especialmente para los que llevan una vida bohemia, rechazan las normas establecidas (tanto las reglas del arte como los convencionalismos sociales) y que desarrollan un arte libre o provocativo.

Entre los literatos que han recibido el calificativo de malditos estarían también, aparte de Verlaine y de su grupo, escritores como Charles Baudelaire, Thomas Chatterton, Aloysius Bertrand, Gérard de Nerval, el conde de Lautréamont, Petrus Borel, Charles Cros, Germain Nouveau, Antonin Artaud, Émile Nelligan, Armand Robin, Olivier Larronde, Innokienti Ánnienski, John Keats, Edgar Allan Poe y de manera especial François Villon.

El rótulo de “poeta maldito” posiblemente se haya inventado para Francois Villon, de no ser así igualmente lo merecería y éste a su vez respondería con sonrisa socarrona y soslayada mirada.

Pícaro, vagabundo, escandaloso, chocante, provocador, implacable, sarcástico, irónico, bufón, maravilloso, maldito, satírico e inmisericorde con sus enemigos. Todos éstos son algunos de los epítetos y calificativos que han servido para identificar al poeta y su poesía, a François Villón, héroe o antihéroe según el juicio de cada quién. Venido al mundo en el año de nuestro señor 1431 en La Francia medieval, como François de Montcorbier, se hace bachiller en artes y más tarde licenciado en la universidad de París, gracias al cuidado de su amigo y protector Guillaume Villón, clérigo y capellán de Saint-Benoit le Bétourné, quien le da su apoyo y le empuja en los estudios eclesiásticos, quizás adivinando el carácter poco prometedor del joven con la esperanza de cambiarlo. Intento infructuoso. Ya clérigo y maestro del Buen Decir (poeta de bellaquerías), les recita (pues esta forma poética, el Dit, no se cantaba, se decía), a los chulos y prostitutas, con quienes se junta frecuentemente; se refiere con frecuencia al pedo y a las tetas. Recita a príncipes y a taberneros, a curas y vasallos, a barberos y a zapateros. Poeta de los desarrapados y provocador de los burgueses, de igual modo escribe sobre las bajas pasiones de unos y otros.

Por la originalidad de su poesía y su extraordinario poder evocativo, es considerado por muchos eruditos, el poeta lírico más afamado de Francia, aunque su perfil aventurero le hiciera tomar como armas fundamentales: su ingenio y procacidad.

Cuarteta:

"Yo soy François, lo cual me pesa,

nacido en París, de Pontoise cerca,

en el extremo de una soga tensa,

¿sabrá mi cuello cuánto mi culo pesa?"

Escribía sobre sí mismo con inusual franqueza y autocrítica, pero cometió el error de aplicar a los demás la misma receta, especialmente a los poderosos.

Aunque parezcan estrafalarios, los hechos descritos en su obra son verídicos. Conocía la muerte de cerca, de la cual escapó en más de una ocasión. Acusado de crímenes a veces con razón, y otras, las más, injustamente, así fue condenado a la horca por la muerte de un noble. Se dice que simplemente estaba en el lugar y el momento equivocados y que se le acusó por sus antecedentes. El rey Luis XI le concedió el perdón. Posteriormente fue desterrado por diez años, durante los cuales se le perdió el rastro para siempre.

Se desconoce cuándo dejó este mundo pues su nombre ya no se escucha y se pierde en la historia alrededor del 1470. Su poesía podrá gustar, escandalizar, provocar risa o llanto, pero nunca nos dejará indiferentes.

Su obra poética fue absolutamente indisociable de su vida y nos dejó muchas obras, entre las cuales destacan: Balada de las lenguas envidiosas (1445), La Balada de los ahorcados (1463), El Legado (1446), El Testamento (1461), escritas en francés medio y germania (jerga usada por presos y criminales) siendo esta última de muy difícil traducción y de dudoso valor poético. Voluntariamente descartó el latín para escribir, pese a dominar el idioma.

BALADA DE LAS LENGUAS ENVIDIOSAS

En una mezcla de arsénico de roca;

en trisulfuro, en salitre y cal viva;

en plomo hirviendo, para consumirlas mejor;

en hollín y pez empapados de lejía

hecha de excrementos y orines de judía;

en agua que ha lavado las piernas de leprosos;

en raspaduras de pies y calzados viejos;

en sangre de culebra y en drogas venenosas;

en hiel de lobo, de zorro y de tejón,

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!


En sesos de gato que odia pescar,

negro, tan viejo que no tenga un diente en las encías;

de un viejo mastín, que vale igual de caro,

rabioso, en la baba y saliva;

en la espuma de una mula asmática

bien troceada con buenas tijeras;

en agua en que las ratas zambullen hocicos,

igual que ranas, sapos y alimañas peligrosas,

serpientes, lagartos y otros nobles pájaros,

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!


En sublimado, peligroso de tocar;

y sobre el ombligo de una culebra viva;

en sangre que se ve seca en las vasijas

de los barberos, cuando llega la luna llena

y que una parte es negra, y la otra, verde cebollino;

en pupas y tumores y en los sucios lebrillos

donde las nodrizas aclaran sus paños;

en los enjuagues de muchachas amorosas

(quien no me entiende no ha visto burdeles),

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!


¡Príncipe! coloca esos sabrosos trozos sin hueso,

si no tienes estameña, saco o tamiz,

hazlo en el fondo de unas bragas sucias;

pero antes... en excremento de cerdo,

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!


.Fuente: Longseller/wikipedia/Arch. Priv. Durán-Capel/LIVDUCA

miércoles, 5 de octubre de 2011

Una sola novela les bastó para alcanzar el éxito










Autores a los que les bastó una única novela para conseguir el éxito, tanto de público como de crítica.

Uno de los casos más significativos, sin duda, es el de Margaret Mitchell cuyo libro rompió todos los moldes, cosechó las mejores alabanzas, logró un Premio Pulitzer, se llevó a cabo la versión cinematográfica del mismo y además en la actualidad sigue siendo un gran icono. Estamos hablando de Lo que el viento se llevó (1936).

Scarlett O´Hara y Red Buttler son los protagonistas de este trabajo que transcurre en plena Guerra de Secesión Americana. Las difíciles situaciones que se vivían, la muerte, el dolor y la esclavitud son algunos de los temas que se abordan teniendo como eje central la historia de amor entre los citados personajes.

Un relato, escrito durante una convalecencia por Mitchell, que consiguió enganchar a los lectores del país donde batió todos los récords de venas y donde, a día de hoy, es todo un clásico de la literatura del país. Lo curioso, como decíamos, es que esta fue la primera y única novela que publicó su autora, quien a los pocos años moriría trágicamente atropellada.

Muchos relatos y, sobre todo, poemas fueron los que realizó la conocida Sylvia Plath, sin embargo, su pluma sólo realizó una novela: La campana de cristal (1963). Esta, semi-autobiográfica, cuenta sus conflictos psicológicos o sus relaciones personales y familiares, eso sí, con el nombre de los personajes cambiado. En ella la protagonista sufría una serie de problemas internos y esa parecía que era la más absoluta realidad pues a los pocos meses Plath acababa suicidándose.

Novelas únicas e irremplazables

Uno de los grandes iconos de la Literatura Rusa y Universal es Boris Pasternack, quien comparte con las dos anteriores escritoras que sólo realizó una única novela a lo largo de toda su trayectoria: Doctor Zhivago, una de las obras cumbres de todos los tiempos.

Dicho autor, Premio Nobel de Literatura, narra en estas páginas la vida de un médico y poeta (Yuri Zhivago) que se debate entre el amor a dos mujeres. Pero si complicado es tomar la decisión de elegir a una, aún lo es más si se tiene como telón de fondo la revolución rusa de 1917 y la posterior guerra civil que asoló el país. Nación la citada en la que este trabajo no pudo ser publicado hasta el año 1989.

Oscar Wilde con El retrato de Dorian Gray (1890), John Kennedy Toole con La conjura de los necios (1980), J.D. Salinger con El guardián entre el centeno (1951) o Emily Bronte con Cumbres borrascosas (1847) son otros de los escritores que engrosan esta lista de autores que consiguieron situarse en la cima del éxito con una única novela, la primera y última que escribieron.

Unos dejaron aparcada su pluma para siempre y otros la siguieron utilizando para desarrollar poesía, ensayo o teatro. Pero todos, sea como sea, merecen nuestro agradecimiento pues lograron regalarnos algunos de los libros más bellos de toda la Historia de la Literatura./María Merino/LIVDUCA

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El misterio de los clásicos imperecederos – Honor a las buenas lecturas!!








A lo largo del tiempo una de las cosas que se mantiene son las buenas lecturas. Esas obras escritas hace cientos de años y que todavía al día de hoy llenan las bibliotecas y cautivan a miles de lectores de todas las edades.

Pero ¿qué es lo que tienen las obras clásicas que las hace permanecer indelebles al paso del tiempo? ¿Por qué ciertas historias continúan siendo leídas con la misma intensidad hoy en día que hace siglos? Pueden existir muchas respuestas para estas preguntas y en este breve artículo intentaré explayarme sobren algunas de ellas.

Fundamentos de una obra clásica

Para que una obra sea clásica debe reunir ciertas características, como trascender en el tiempo, llevar un mensaje que pueda afectar a diferentes culturas de las que provenga y contener una historia fundamental que pueda servir para plasmar la esencia de una sociedad entera, de un grupo selecto o de alguien que vive inmerso en una vida social característica.

Entre las lecturas clásicas que más destacan se encuentran los escritores de la antigüedad, cuyos nombres fundamentales son Dostoyevski, Tolstói, Proust y Flaubert, entre otros. ¿Por qué aún al día de hoy estos escritores son leídos? Principalmente porque supieron escribir acerca de su tiempo, de los conflictos sociales del siglo en que habitaron y plasmar en una historia las contradicciones yacentes en su entorno social. De todas formas no es esta la única razón por la cual al día de hoy continuamos leyéndolos, además lo hacemos porque sus pensamientos pueden ser tan válidos en nuestro tiempo como lo fueron en el suyo y porque sus obras iluminan nuestra realidad social y política, muchos siglos después de haber sido escritas.

En este punto desearía detenerme y decir que considero que es ahí donde reside el verdadero secreto de las obras clásicas, de su permanencia a lo largo del tiempo, en la capacidad de permanecer inherentes al paso del tiempo, de ser siempre actuales, aunque su estilo literario ya se encuentre en desuso y ciertas cuestiones ya hayan caducado.

¿Qué tienen en común Don Quijote, Robin Hood y Tom Sayer?

Don Quijote, ese personaje loco, descarriado y tan entrañable continúa estando en nuestras librerías, poblando nuestras bibliotecas gracias a su esencia. Porque con él Cervantes consiguió pintar el alma de los artistas, bohemios, soñadores y capaces de darlo todo por un sueño.

En este personaje muchos podemos sentirnos identificados, hemos sido capaces de acercarnos a La Mancha y deseado conocerla y pisarla, así como también nos hemos sabido acercar a lo profundo de las cosas, intentando encontrar el sentido de lo verdadero, que lejos está de lo que el mundo propone. Don Quijote permanece porque su locura es el ingrediente que lo vuelve clásico y que permite que continúe vivo varios siglos después.

Robin Hood es otro personaje antiguo que continúa siendo relevante hoy en día. Su pasión por la justicia considero que es el elemento que lo ha vuelto famoso y que le permite continuar en su mejor auge. Un hombre capaz de dejarlo todo en pos de la lucha por la igualdad, por el reinado del bien sobre el mal y la corrupción de los políticos. Sin lugar a dudas, gracias a esa característica, de luchador desinteresado por el bien común, continuamos hablando de él, y leyendo acerca de sus historias.

Continuando con la lista podemos nombrar a Tom Sawyer, un chico huérfano que vive un sin fin de aventuras, que lo llevan a meterse en líos gordos, pero pese a ello logra salir siempre ileso… Aquí me detengo, porque ¿qué es lo que hace especial a este personaje? ¿Qué tenía este niñito de Mark Twain que le ayudó a convertirse en un clásico de la mayoría de los idiomas? La inocencia escondida detrás de la maldad y la travesía, y esa capacidad de “querer comerse el mundo y no parar hasta conseguirlo”. Todo esto lo vuelven único, entrañable y hace que todos queramos leerlo. Además, en esta obra, Twain logra caracterizar muy bien la sociedad burguesa enfrentada con la clase baja de ese entonces y este libro sirve mucho para entender la estructura social de esa región de Estados Unidos.

Estas son sólo tres de las infinitas obras consideradas clásicas, tan sólo las he querido nombrar para describir los tres elementos fundamentales que deben contener las obras clásicas para permanecer, para convertirse en obras maestras: una cuota de demencia o irracionalidad, una fuerte convicción y empeño por conseguir un cambio social, e inocencia para llegar a cautivar al lector.

Los clásicos y las ideas renovadas

Por otro lado, cabe mencionar que la mayoría de las historias clásicas, que son consideradas obras magnas, no hablan de patriotismo y de otros ismos; al revés, intentan mostrar una visión más amplia del mundo y de la vida, llegar a plantear ideas sumamente renovadoras para cualquier tiempo, donde la libertad, el bien común y la tolerancia son las principales protagonistas. Es aquí donde me atrevo a afirmar que ninguna obra clásica pudo ser considerada una buena obra en su época, puesto que los seres humanos no sabemos apreciar lo verdadero en su justo momento, sino cuando ya ha ocurrido.

Es interesante quedarnos con este aspecto de las obras que han trascendido a los tiempos, para descubrir definitivamente que los grandes pensadores, los escritores apasionados y los artistas que han hecho historia son aquellos que han sabido aportar una idea renovada de la existencia; controversial en la mayoría de los casos, aunque ahora podamos entenderlas como “obvias”, y sobre todo que se han jugado por sus ideales pese a tener que ser tildados de locos. Tal es el caso de Tolstói, que renunció a todos sus bienes para ofrecérselos a los campesinos que habían trabajado en la finca de su padre desde que él era niño, que murió en una estación de tren y que su propia familia declaró de demente tan sólo por eso, por creer en algo diferente y por luchar por esas ideas. Cabe aclarar que fue Lev Tolstói uno de los primeros veganos que vio la historia./Téxil Gardey/LIVDUCA

jueves, 8 de septiembre de 2011

Boletín del Escritor: Ferias del Libro: Oportunidad para lectores y escr...

Boletín del Escritor: Ferias del Libro: Oportunidad para lectores y escr...: Por Ivette Durán Calderón No cabe duda que uno de los eventos más importantes para cualquier apasionado de la lectura es...

De “puño y letra”, misivas y epístolas de amor, pasión, desengaños y rupturas hechas literatura











Los sms, el correo electrónico, el messenger… Hoy existe un sinfín de medios para comunicarse rápidamente y en tiempo real con nuestra pareja si no estamos a su lado.


Es la manera de mantener viva la llama del amor en la distancia.

Sin embargo, otro medio que, aunque ahora ya más en desuso, ha conseguido enamorar y ha servido para hacer declaraciones de los más profundos sentimientos: las cartas escritas “de puño y letra”.

No hay nada más romántico ni nada más íntimo que recibir una misiva de la persona por la que suspiramos. Y eso es precisamente lo que ha inspirado a más de un autor para desarrollar bellas historias que han enriquecido la Literatura Universal.

Uno de los primeros trabajos de este tipo es Cartas de la monja portuguesa. En el año 1669 es cuando esta religiosa, Mariana Alcoforado, escribe un conjunto de páginas de amor dirigidas al conde Chamilly, que la había seducido y que posteriormente se había marchado a tierras galas olvidándose de dicha aventura.

Sin embargo, para la citada monja era su Apolo, y completamente enamorada le escribió ese conjunto de misivas en las que, de manera abierta, le daba a conocer su pasión por él.

Todas las edades y etapas de la vida son estupendas para vivir el sentimiento más universal del mundo. Y así se refleja en Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso que publicó en el año 1983 el gran escritor español Miguel Delibes. Un relato donde se narra el flirteo y el intercambio de emociones entre un periodista soltero jubilado y una viuda.

Una relación que la mantendrán vía correspondencia a través de una sección de una revista.

Secretos postales

El descubrimiento de unas misivas de tono amoroso son el punto de partida del libro que Judith Arnold publicó en 2001: Cartas de amor prohibidas.

Sally, recogiendo los objetos personales de su marido recién fallecido, es la que descubre la correspondencia que él ocultaba de una chica llamada Laura.

El desconcierto y la desesperación serán los que llevarán a la viuda a ponerse en contacto con el mejor amigo del marido, Todd, quien tampoco conocía nada de esa historia. Ambos, dolidos por el engaño del fallecido, emprenderán una investigación para aclarar lo sucedido. Un proceso durante el cual la llama de la pasión surgirá entre ellos dos.

Un gran secreto es el que esconden también las misivas de la novela A buenas horas cartas de amor. En el año 2000 fue cuando Víctor Andresco lanzó al mercado esta novela que gira en torno al asesinato de un travesti en una parada de autobús. En el esclarecimiento del mismo jugarán un papel fundamental las mencionadas misivas que aparecen junto al cadáver.

El peculiar comisario Emilio González será el encargado de intentar encontrar al asesino usando como principal pista aquellos escritos pues detrás de ellos puede encontrarse el delincuente o la persona que dé luz al caso.

Secretos o pasiones se ocultan detrás de las cartas de estos libros que aquí subrayamos. El punto de conexión, sin duda, que reflejan los sentimientos más profundos del ser humano./ María Merino/LIVDUCA

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Descatalogados y muy buscados – Libros de colección










¿”Sex” de Madonna? Sí, claro: aquel libro de fotografías en las que la señora Ciccone posaba desnuda en situaciones más o menos eróticas... Cualquiera que tuviera edad en esa época (1992) recuerda aquel volumen envuelto en una bolsa parecida a los envoltorios de los condones. Y por eso, no ha sido una gran sorpresa que la red “on line” Bookfinder.com (dirigida al mercado en inglés) de librerías de viejo del Reino Unido anunciara la semana pasada que “Sex” era el libro más demandado por sus clientes entre todos los títulos descatalogados con presencia en su catálogo.

Pero, ¿y los coleccionistas españoles? Iberlibro.com, el gran mercado de libros descatalogados para el mercado en español (parte del grupo Amazon), ha elaborado la lista de los deseos de sus clientes para ELMUNDO.es. Y el resultado es mucho más refinado.

“La soberana del campo de oro” y “El rey de los cangrejos”, de Emilio Salgari, en versiones de la Editorial Calleja hace un siglo largo, encabezan los anhelos de los usuarios de Iberlibro entre los libros descatalogados. Y su victoria parece un homenaje inesperado en el centenario de la muerte del escritor italiano. Según Iberlibro, "Estos títulos fueron publicados con bellas ilustraciones por la editorial Saturnino Calleja a finales del Siglo XIX y principios del S.XX, y suponen un tesoro para cualquier coleccionista o amante de la lectura de Salgari". A la Editorial Calleja, por cierto, remite aquel dicho popular de '(tener) más cuento que Calleja'.

Al lado de Salgari aparece en el podio otro autor clásico de aventuras del XIX, Alejandro Dumas, gracias a 'Los mohicanos de París', su obra más extensa que no la más conocida. Y, detrás, “Rabia”, la primera novela de Stephen King (1977), firmada con el seudónimo de Richard Bachman y olvidada por los editores españoles desde 2004 (Nuevas Ediciones de Bolsillo.)

Más: sigue otra entrada para empollones, la “Antología” de Fray Benito Jerónimo Feijoo, y después, un viejo “best seller” para chicas (“La fuerza de la pasión”, de Nora Roberts) y otro para chicos (“El aviso de Berlín”, de Nicholas Guild).

Y, en el trammo final de la tabla, la cosa vuelve a animarse: “Los mitos de Ctuluh”, clásico de terror de H. P. Lovecraft aparece en el séptimo puesto. La recopilación '10 relatos eróticos' (con textos de Bukowsky y de Cortázar entre otros, lanzado en 1995 por Plaza&Janes) es el octavo de la lista. Los “Cuentos del general”, del militar mexicano Vicente Riva Palacio, el noveno. Y el décimo corresponde a, sorpresa, Javier Coma, gran erudito de la “cultura popular” del medio siglo y autor de la muy demandada 'Historia de los cómics', una colección de 48 fascículos de 32 páginas cada uno publicada entre 1983 y 1984./ Luis Alemany/elmundo.es/LIVDUCA

martes, 30 de agosto de 2011

“Solo los hombres de talento saben cenar” - Eres lo que comes - Fisiología del Gusto, magnífico libro







“Solo los hombres de talento saben cenar”, era uno de los aforismos preferidos del más grande gastrónomo de la historia de Francia: Jean Anthelme Brillat Savarin, nacido en 1755 en la ciudad de Belley. Era el prototipo del cocinero de la época; gordo, sedentario y fanático de la buena mesa. Había estudiado derecho y escribió sobre política, economía y leyes, pero su obra cumbre que lo llevó a la fama fue: La Phisiologie du Gout o Fisiología del Gusto, publicada en 1825. El libro es un verdadero tratado acerca de la comida y su influencia sobre las personas.

Una obra maestra sobre el tema de la cocina como un arte y comer como un placer, este clásico de 1825 sobre los placeres de la comida y la bebida fue escrito por un político francés y hombre de letras, cuya verdadera pasión se centró en la gastronomía. Estilo encantador personal y anecdótico Brillat-Savarin le gana la simpatía de los lectores, y junto con sus recetas para el faisán, la fondue suiza, y otros platos, ofrece meditaciones ingeniosas a los sentidos, la virtud erótica de las trufas, la caza de pavos salvajes, los restaurantes parisinos , la historia de la cocina, dietas, y un centenar de otros temas interesantes.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Funesta fuente de inspiración para insignes literatos: La Guerra.







Pese a encontrarnos en el siglo XXI, aún al día de hoy la palabra guerra, relacionada o no con la historia, invade los periódicos de todo el mundo y también las librerías.








La guerra es una de las temáticas que aparece insaciablemente en la literatura. Posiblemente, esto se deba a que en la historia de la humanidad esa palabra, guerra, es la que más estragos ha hecho en la vida de las sociedades; ha terminado con comunidades enteras y ha sembrado el pánico en cientos de otras.

Libros de otras épocas de guerra

La Iliada” de Homero, es posiblemente el primer título que se nos viene a la mente a la hora de hablar de conflictos bélicos. En ella se describe la guerra de Troya, cuando los aqueos invadieron la tierra de los troyanos, destruyendo gran parte del territorio y saqueando la ciudad de las formas más cruentas. Está escrito en forma de oda y desgraciadamente, puede describir lo que la guerra significa para nuestro mundo hoy en día.

Guerra y Paz” de Tolstói, es sin duda una de las obras de los clásicos rusos más emblemarias en lo que a guerra y destrucción respecta, narra la invasión de Napoleón a Rusia y la catástrofe en la vida del príncipe Andrei Volkonsky, cuya responsable es la guerra. Su marcha al campo de batalla, que lo hacen perder lentamente toda su vida anterior, su familia, su tranquilidad y lo devuelven cargado de dilemas existenciales y políticos que hacen que su vida nunca más pueda ser lo que era. Tolstói es seguramente uno de los escritores más pacifistas de su época, y en esta obra puede notarse su desprecio por la guerra y por las formas en las que el ser humano cree que deben hacerse las cosas.

Vida y Destino” de Vasili Grossman, narra la batalla de Stalingrado, desde la visión de una familia que sufre sus consecuencias. Cuenta cómo son llevados algunos de sus miembros a campos de trabajo y otros a luchar en la batalla, fracturándose la familia. En esta obra se muestra el miserable trato que en esta época se daba a las mujeres y a los niños, y es una cruda visión de lo terrible que puede ser la ira y el odio para las sociedades.

Autores contemporáneos buscando la paz

Existen miles de libros que tratan sobre la guerra, y en la mayoría de ellos el tema central es la búsqueda de la paz; son gritos ahogados que suplican porque cesen los disparos y la violencia en el mundo. Son muchas las novelas actuales que merecen ser destacadas, sin embargo nombraré sólo tres que sí o sí debemos leer.

Los soldados lloran de noche” de Ana María Matute, una obra que sin duda les hará llorar. Se encuentra enmarcada a finales de la Guerra Civil Española y muestra las muchas consecuencias que puede tener una mínima palabra u acción para desencadenar el caos en la vida. Es una obra escrita con mucha corrección y que hace notar la preciosa lírica de la Matute, permitiéndonos acercar a esa parte de la guerra que no aparece en los libros de historia, esa parte íntima, infranqueable que es el universo de los que realmente han tenido que padecer sus consecuencias.

Otro autor indiscutible, a la hora de hablar de escritores pacifistas, es Amos Oz, un hombre nacido en Israel que ha trabajado, y continúa haciéndolo, por el cese de la guerra en su tierra. En cualquiera de sus obras podrás encontrarte con un mundo asediado por la guerra y las malas decisiones políticas, que llevan a que la mayoría de sus ciudadanos deban soportar terribles aflicciones; sin embargo, seguramente la novela por excelencia de Amos es “Una historia de amor y oscuridad”. Lo que más impresiona de esta novela es que se trata de una autobiografía que muestra los orígenes de la familia de Amos Oz. Con un increíble talento Amos detalla la desastrosa relación de sus padres, la muerte de su madre cuando él era pequeño y nos regala un cuadro impresionante de la Jerusalén y el Tel Aviv de aquel entonces (entre los años treinta y cincuenta).

El autor va mostrando más de 100 años de historia familiar, entrelazándose presente y pasado y ofreciendo una obra primorosa, triste, dolorosa y llena de los dos ingredientes tan nombrados en la guerra: el amor y el odio. Según lo expresó el crítico de Babelia, José María Guelbenzu: “Este libro es un ejemplo de autobiografía bien narrada. Una obra inmersa en el deseo de vivir y de ser, gratificante, emocionante e inteligente.”

Herta Müller es otra de las autoras de novelas que tratan sobre guerra y conflictos similares. Esta autora destaca por sus relatos acerca de las duras condiciones de vida en Rumania, durante el régimen comunista de Nicolae Ceausescu, donde ha denunciado las injusticias que ha sufrido y ha visto sufrir a compatriotas, amigos y familiares suyos durante esta época tan dramática en su país.

En su obra “El hombre es un gran faisán en el mundo”, narra la vida de las familias alemanas, mientras esperan salir de Rumania para escapar de la tiranía que la dictadura de Nicolae Ceausescu imprime sobre ellos. Oprimidos no sólo por la pobreza reinante, en las puertas de la Primera Guerra Mundial, sino por lo que las injusticias del régimen les causan.

Es una triste pintura que muestra lo que los enfrentamientos bélicos causan sobre las sociedades, y sobre todo por las clases más desfavorecidas. A través de esta lectura podemos encontrarnos con las consecuencias más terribles de la guerra: el empobrecimiento extremo y el aumento del analfabetismo, ligado a la naturaleza humana ruin y vil de las clases dirigentes.

Leer acerca de la guerra no sólo puede ayudarnos a comprender más por qué el mundo se encuentra tan dividido, sino que además puede demostrarnos que el único camino posible para que reine la armonía en el mundo es la paz, y que no hay otra forma para conseguirla que a través del diálogo, como no cesa de afirmarlo Fima, el personaje de “Fima”, otra de las obras de Amos Oz, que más que una novela es un tratado de paz./Poemas del alma/LIVDUCA

Lectura de autores antiguos ¿pérdida de tiempo?






Obviamente, primero hay que definir lo que significa “perder el tiempo”. En la literatura, supongo que tal concepto es imposible de definir. Cada uno disfruta de lo que quiere, bucea en los autores que considera y saca frutos según el bagaje que le acompañe en sus lecturas. No hay mucho más que discutir.

Sin embargo, la cosa cambia si hablamos de libros de no ficción: filosofía, divulgación, historia, política, psicología, etc. Entonces sí que podemos afirmar con cierto grado de seguridad que determinadas lecturas son perder el tiempo (si consideramos perder el tiempo obtener conocimientos útiles y no simples elucubraciones sin sentido o datos obsoletos o erróneos). Entonces, estar muerto hace muchos años ya no es garantía de sabiduría. No digo que un pensador antediluviano pueda dar en el clavo o consiga enfocar determinado problema con una brillantez que jamás se alcanzará posteriormente: lo que digo es que tener antigüedad no es garantía de ello.

Más bien es un handicap.

Si leemos, por ejemplo, a un pensador de hace seis siglos a fin de aplicar sus lucubraciones a los problemas que nos atañen, estaremos obligados a desbrozar ideas muertas y ello precisa de un trabajo cognitivo superior que si leemos a un pensador contemporáneo, cuyas ideas sintonizan mejor con los nuevos conocimientos (hablo, por supuesto, en general: seguro que hay pensadores contemporáneos que sólo tienen ideas muertas).

Busquemos un ejemplo bastante icónico: Aristóteles. El filósofo suele estar en boca de muchas personas que para, para afianzar sus argumentos, le citan una y otra vez. Con ello se incurre en una falacia de autoridad, pero sobre todo en lo que yo llamo falacia de antigüedad. Aristóteles, lo sé a ciencia cierta, ha escrito pasajes que deberían estar esculpidos en mármol. Y leerle es una delicia sencillamente porque te sientes transportado a otra época, porque puedes adentrarte en una mente marciana que vivió en otro mundo, porque puedes aprender cómo ha evolucionado el pensamiento desde entonces y mil motivos más.

Pero Aristóteles, a la luz de nuestros conocimientos, también incurría en unos errores garrafales, patinaba como un beodo de bar y sentenciaba como un estulto con birrete. Y para huir de todos esos manchones negros en su currículo hay que andar con buen ojo. Entonces, y sólo entonces, Aristóteles es una verdadera pérdida de tiempo (si definimos tal, insisto, como la adquisición de conocimientos objetivos que podamos aplicar a nuestros problemas cotidianos). En su día, por ejemplo, la repetición de sus opiniones por parte de los escolares provocó, por ejemplo, que durante siglos no se comprobaran sus afirmaciones.

Veamos algunos de ellos. El filósofo, como personaje atrapado en una conyuntura histórica y cultural, no dudaba en admitir el surgimiento de la vida mediante la generación espontánea. Como el hecho de que una ballena o un perro sugiera de la nada era un poco difícil de digerir, Aristóteles limitaba la generación espontánea a bichitos de poca monta, pequeños y de poca relevancia, procedentes del agua, la arena y el barro. El sol o el calor, entonces, infundían vida a moléculas que antes eran inanimadas.

“Todo cuerpo seco que se vuelva húmedo o cualquier cuerpo húmedo que se seque produce animales”, decía uno de los filósofos que hoy se cita a menudo como autoridad intelectual incuestionable. Podemos leer éstas y otras afirmaciones ridículas en sus tratados Historia de los animales y De la generación de los animales.

Artistóteles también decía que muchos insectos “proceden del rocío que cae sobre las hojas”. Muy poético, sin duda, aunque cualquier escolar podría ya replicar las afirmaciones de Aristóteles sin despinarse (si antes deja un rato la Playstation, se entiende).

Aristóteles aseguraba que nuestro cerebro no recibe sangre y es la parte más fría del cuerpo, destinada a refrigerar el resto. Quizá el cerebro de Aristóteles lo fuera. Que en el género humano, las ovejas, las cabras y los cerdos los machos tienen más dientes que las hembras. Que la sangre de la mujer es más oscura y espesa que la del varón. Que la mitad izquierda del cuerpo es más fría que la derecha.

Pero quizá las dos ideas de Aristóteles que perduraron durante más siglos enquistados en el conocimiento colectivo (abonado por la tradición y la religión) fueron que la Tierra era el centro del universo y que el vacío no existe.

Sobre la idea de que nuestro planeta pudiera desplazarse por el universo, Aristóteles se burlaba de los pensadores que ya habían valorado esta idea: “¡Qué ocurrencia! ¿Qué pasaría con los pájaros que vuelan si la Tierra se moviera?” Aristóteles era, por tanto, de los que creen que una mosca que vuela dentro del vagón de un tren debe desarrollar la misma velocidad del tren para no quedar hecha papilla contra la pared.

Aristóteles, señores, creía que los cuatro elementos básicos eran el agua, el aire, el fuego y la tierra, que el éter podría existir y que todas las cosas tienen un sitio idóneo en el cosmos y que si una piedra cae es porque se dirige a ocupar su lugar natural, que es el suelo.

En fin, quintales de bobadas que podríamos extraer de sus textos. Bobadas que no todo el mundo es capaz de desbrozar convenientemente. Bobadas que nos deben hacer recordar que los pensadores del pasado, por muy extraordinarios que hubieran sido en su época, hoy en día no deberían citarse con tanta alegría por el simple hecho de dar consistencia a lo que uno dice. A veces vale más la vena citar a la bruja Lola, aunque no quedes tan bien.

Y ahora a discutir. Pero antes: ¿proponéis lecturas antiguas que consideréis que vale la pena leer hoy en día?/Papel en Blanco/LIVDUCA