domingo, 22 de mayo de 2011

Veinte relatos del escritor Anthony Burgess, salen a la luz pública



Escritor, dramaturgo y músico inglés, Anthony Burgess es conocido principalmente por su novela La naranja mecánica (1962), obra que fue llevada al cine por Stanley Kubrick.


Burgess trabajó durante varios años en el sudeste asiático como profesor en la Royal Army, hasta que le fue detectada una enfermedad mortal. Decidido a que su obra literaria pudiera mantener a su mujer tras su muerte, Burgess dedicó cinco años a escribir de manera frenética. Sin embargo, el pronóstico no resultó mortal y Burgess escribió durante casi cuarenta años más.

La naranja mecánica obtuvo gran éxito tras la película de Kubrick, aunque su violencia y brutalidad -basadas en un hecho real de la vida de Burgess, generaron cierta polémica. Su uso de un lenguaje inventado para gran parte de la obra muestra la enorme capacidad del escritor para los idiomas, ya que hablaba malayo, japonés, alemán, italiano, entre otros.

Burgess escribió además numerosas críticas y ensayos literarios, compuso varias obras y piezas musicales y escribió obras de teatro.

Anthony Burgess murió en 1993.

El nombre de Anthony Burguess, es posible que a un gran porcentaje de lectores (o de interlocutores, dentro de una conversación), no les diga nada.. Pero si se menciona La naranja mecánica, se diría que más del 90% de los que escuchan o leen sabrán inmediatamente de qué se trata, y que las polémicas imágenes de la película de Kubrick salten de repente a su mente.

El tópico del sótano repleto de cajas llenas de escritos no publicados salta de nuevo a la palestra, y en el caso de Burgess, que si bien es conocido sobre todo por La naranja mecánica, que a su vez es conocida por la adaptación cinematográfica de Kubrick, fue un escritor (y músico) bastante prolífico, se han descubierto recientemente en dichas cajas hasta veinte relatos inéditos.Tras la muerte de su viuda, Liana, la Fundación Internacional Anthony Burgessheredó el contenido de tres casas donde había vivido la pareja, en Londres, Mónaco e Italia, y se ha dedicado durante los últimos cuatro años a revisar el material encontrado. Y no es poco material, entre este contenido hallamos unos cincuenta mil libros, y veinte mil fotografías, sinfonías, poemas y guiones de televisión y cine. Entre los guiones encontrados, algunos sin terminar, otros terminados pero rechazados por productoras y cadenas de televisión, hayproyectos sobre la vida de Atila el Huno o de Sigmund Freud, además de una obra de teatro sobre Houdini que creó con Orson Welles. Parece ser, además, que Burgess tenía la costumbre de escribir relatos, guardarlos y olvidarse de ellos; el infatigable artista publicó 33 novelas en vida, además de ser crítico, guionista y compositor. Entre los papeles encontrados también han aparecido sus primeras composiciones, el guión original deLa naranja mecánica (que Kubrick rechazó, prefiriendo escribirlo él mismo), una composición de ballet sobre la vida de Shakespeare y un musical sobre Trotsky. O por lo menos esto es lo que le aseguró Will Carr, director de la fundación, al periódico británico The Guardian, afirmando además que parte de esta producción se publicará el año que viene de manos de la propia fundación. Parece ser que han encontrado también el guión para una película sobre Napoleón que iba a ser dirigida también por Kubrick, y una de las composiciones descubiertas está ya en manos de la Orquesta Filarmónica de la BBC.

Y una vez más se nos viene a la cabeza esa eterna duda, la misma que preocupa a todos los herederos de un gran artista (o por lo menos a aquellos que tengan un mínimo de ética). ¿Es correcto compartir con el mundo material cuyo autor posiblemente habría rechazado? ¿Es lícito publicar relatos que a lo mejor el propio Burgess preferiría no haber escrito siquiera? Por otro lado, de no haber sido por la iniciativa de dichos herederos, no tendríamos a nuestra disposición algunos de los mejores escritos de la historia de la literatura. Tendremos que confiar en una fundación que, presuponemos, conoce lo bastante la figura y la obra de Burgess como para tomar esa decisión de manera consecuente./Lecturalia/LIVDUCA

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