lunes, 6 de agosto de 2012

Se buscan profesores para las asignaturas de: Imaginación, Inspiración, Talento, Vivencias. Ref: Escuela de Escritores



© Ivette Durán Calderón
De un tiempo a esta parte, dos o tres años, no más, pero más intensamente, en diferentes países se imparten cursos de ¿Escritura? ¿Escritura Literaria? En otras palabras: van proliferando las Escuelas y Talleres para formar escritores. Sin embargo, ésta no es una novedad, México es el país pionero, ya que el año 1986 se creó la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México), que fue la primera en su tipo en Latinoamérica y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Efectivamente, están plenamente justificados los cursos de Redacción, Gramática, Ortografía, Semántica, Sintaxis, Análisis de novela, cuento, relato, ensayo, Crítica Literaria  y un largo etcétera – con lo simple que sería llamar a este curso “Lengua” o “Lenguaje” o “Literatura”-  y no dejar de fomentar la venta de las guías de “Análisis de texto y Lengua”. Pero, no podemos impartir, calificar y evaluar la imaginación, la inspiración, el talento o las vivencias de cada “alumno”. Fulano de tal reprobó por ¿falta de imaginación? Metafóricamente hablando: Podemos llevar a un jumento a la fuerza hasta el río…pero no podremos obligarle a beber de sus aguas.
El asunto no es escribir por escribir y autodenominarse “escritor”. Escritor es quien escribe bien y se hace dueño y eco de su oficio para atraer a sus lectores, llegar a ellos a través de la palabra correctamente escrita. De un escritor se debe aprender, no perder el tiempo leyéndolo. Escribir se aprende escribiendo, luego de leer mucho.
No vamos a divagar en la pregunta de siempre: “¿El escritor nace o se hace?”, muy común en las entrevistas. Las respuestas son variopintas.
Tuve la oportunidad de conocer a varios Diplomados de Formación Literaria que estudiaron en la Escuela Mexicana de Escritores. Me mostraron algunos con orgullo y otros con frustración sus diplomas, los cuales no les hace merecedores del Título de Escritor,  “es la obra, no el diploma, lo que les permite llamarse escritores” - es uno de los axiomas de esa escuela. – Enfatizó uno de ellos.
En una de mis visitas a Argentina, estuve tentada, más por curiosidad, que necesidad, de participar en las clases de "Clínica para novela y crónica", aún me queda la duda si debí o no haber participado.
La Escuela de Escritura Creativa de Chile, ofrecía el año 2006 un interesante – llamado por ellos módulo de estudios-  “fomento del libro y la lectura” asumí que pretendían fomentar la escritura, publicación, venta y compra de libros para su consecuente lectura. El curso estaba dirigido a escritores, estudiantes, amantes del desarrollo literario, del fomento del libro y la lectura, y a la comunidad en general. Mi estancia fue tan breve que no pude obtener más información.
En España, ofrecen capacitación permanente y competitiva con cursos presenciales y online, existe asimismo, un Máster de Narrativa.
No ha dejado de sorprenderme el año 2009, cuando recibí la información-invitación de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos de un “Curso para Escritores” me sonó simpático y diferente. Fue desde entonces que estoy convencida que los escritores pueden y deben actualizar sus conocimientos, sus capacitadores será sus propios colegas, más, o menos destacados, según se aprecie,  ya sea por un golpe de suerte o porque su contemporáneo magistral legado literario no deja lugar a dudas.
Me cabe puntualizar que diariamente me llegan online invitaciones de talleres, cursos, seminarios, etc., para mejorar o aprender el arte de escribir, paralelamente me ofrecen ventajosas ofertas de autoedición, me enseñan a escribir, pago por ello, luego autoedito mi libro, pago y a esperar. Mientras pague realmente me “enseñarán a escribir” o simplemente ofrecen impresión de cualquier texto llámese, novela, cuento poemario, ensayo, etc., libros que jamás llegarán a un escaparate serio, menos aún a una Feria de Libros. Siempre se necesitará la firma editorial. La autoedición halaga el ego y acrecienta el arca de las imprentas.
Os dejo con esta noticia:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
Formación. El arte literario
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí adquiere disciplina y calidad literaria.
En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Son válidas algunas preguntas a propósito de estas escuelas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, quien dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011. 
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas. En todas hay autores, hay muchachos que han ganado premios, profesionales de la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.
Más sobre lo mismo:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
La Sogem fue pionera en sistematizar la enseñanza de la creación literaria. Hoy, varias universidades y otras instituciones han creado sus programas. ¿Se puede aprender a ser escritor en un pupitre? Aquí hablan algunas experiencias

TRADICIÓN. La Escuela de escritores de la Sogem fue pionera en América Latina y España; miles de egresados han pasado por sus aulas, 800 han obtenido algún premio. (Foto: Oscar Palacios)

Arturo Carrasco llegó a la Escuela Mexicana de Escritores con un manuscrito bajo el brazo, era a penas un proyecto, una historia que exigía ser contada. En poco más de un año ha emprendido el azaroso camino de la escritura, ha caído y se ha levantado, ha descubierto que se aprende a escribir escribiendo, que la literatura, como toda arte, no se asimila en un manual sino que es un asunto orgánico y una labor continua por encontrar la voz propia.
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí adquiere disciplina y calidad literaria.

En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Hoy, en pleno siglo XXI, donde existen por lo menos cinco escuelas para escritores, la mayoría de reciente creación, son válidas las preguntas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, el escritor que dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011.
Las escuelas de escritores suelen ser ejercicios de escritura, de tallereo, de lecturas en voz alta, de acompañamiento de tutor-alumno y de alumno con alumno, son espacios para la discusión, el análisis y la autocrítica; lugares en los que no se aprenden el oficio sino que se ejerce con crítica.
Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa que desde 2008 tiene la Universidad del Claustro de Sor Juana, dice Sandra Lorenzano, escritora y vicerrectora de esa institución educativa, está pensado para disfrutar de la escritura y compartirla, para descubrir las posibilidades que encierra, a partir del diálogo con escritores formados, pero también con los pares.
“Creo que no se puede ‘enseñar’ a escribir, pero sí se puede acompañar en un proceso formativo, de conocimientos de las diversas herramientas creativas, y de descubrimiento de los caminos que la escritura puede abrir”, comenta.
Para Elsie Méndez Baillet, directora desde hace un año de la Escuela de Escritores de la Sogem, institución con 25 años de trabajo, las escuelas de escritores brindan herramientas y un punto de vista, un consejo, pero solamente eso, pues dice que si el escritor no trabaja no logra nada. “Trabajamos a través de talleres, de escribir, de leer, de escuchar opiniones de los demás y de corregir. Cuando el alumno termina tiene escritos unos dos cuentos, tal vez un tercio de novela, un guión de cine o tal vez proyecto para televisión”.
Alejandro Montes, profesor-investigador de la academia de Creación Literaria de la licenciatura que se imparte en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México desde 2001, cita que muchos han dicho que “Shakespeare nunca fue a la universidad”, y sugiere que para escribir sólo es suficiente hacerlo, él afirma que es una aseveración muy parcial porque únicamente apela a la voluntad del escritor no al oficio adquirido por la confrontación práctica de la experiencia ni a la adquisición de conocimientos por investigación, estudio y lectura.
Escribir escribiendo
Elsie Méndez Baillet asegura que un escritor se descubre a sí mismo escribiendo. “Solamente con la práctica de su escritura puede descubrir su voz específica que surge a partir de su experiencia propia y de las habilidades que tenga, es decir, el talento, lo han dicho muchísimas personas, tiene que ver con la gran cantidad de trabajo, de práctica y de experiencia”.
Sandra Lorenzano asegura que hay interés, han cursado el programa 900 personas y que incluso han creado la licenciatura en Escritura creativa y literatura, cuya primera generación ingresó en agosto de 2011.
Alejandro Montes dice que un escritor debe profesionalizar su oficio no sólo desde la intuición sino por medio de conocimientos organizados que enriquezcan su trabajo.
González Suárez es categórico: “Una facultad de letras no sirve para ser escritor, hace profesores y críticos, frustra vocaciones literarias; una facultad de letras está demasiado ceñida a una serie de requisitos académicos que no necesita un escritor, está muy bien para la investigación, la docencia pero no para la creación”.
También dice que se equivocan los escritores que aseguran que el escritor se hace en la calle y en la cantina. “Tú no aprendes a escribir leyendo, aprendes a escribir escribiendo y sobre todo aprendiendo a escribir con otros escritores. Los jóvenes tienen que aprender a conocerse, a trabajar consigo mismos; la literatura como todas las artes no es algo que se pueda aprender en un manual, es algo orgánico con lo que tienes que trabajar; las escuelas trabajan con el oficio”.

En los últimos años han surgido escuelas de escritores en latinoamérica y España, está la escuela de escritores en Madrid que tiene mucha actividad, pero también ejercicios en Venezuela, Argentina, Colombia y Estados Unidos. Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa del Claustro de Sor Juana tomó como modelo la Escuela Holden, creada por Alessandro Baricco en Turín.
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obnra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas como Casa Lamm o los ejercicios en el Centro Xavier Villaurrutia o ese experimento que fue la Escuela Dinámica de Escritores de Mario Bellatín.
En todas las escuelas de escritores, hay autores, hay muchachos que han ganado premios, hay profesionales ejerciendo la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.
Fuente/ El Universal/LIVDUCA

martes, 1 de mayo de 2012

Literatura parodiada


Ivette Durán calderón



Aprovechar el éxito ajeno para parodiar una obra, no es ético, sin embargo y pese a protestas y críticas variadas, esta actividad es considerada casi un sub-género literario por su cotidianidad perniciosa.

Algunas de estas obras pueden llegar a gozar de cierto éxito, otras de ninguno, en todo caso es el lector quien decide.

El artículo de Lecturtalia que a continuación ofrezco nos permite conocer más de cerca y a través de ejemplos esta curiosa actividad, no son escritores negros, tampoco plagiadores, son autores de obras que jamás escribieron.

Parodias literarias

Si tuviéramos que hacer recuento de todos esos géneros que podrían considerarse parásitos, es decir, todos aquellos que se aprovechan del éxito de determinados temas para vender unos cuantos ejemplares, la lista sería larga sin duda. Desde manuales esotéricos que se mueven en el farragoso terreno entre lo científico y lo inventado; libros de dietas o de autoayuda que vomitan datos recopilados de otros mil libros de dietas o autoayuda; libros rápidos inspirados por el superventas más reciente; o extensas autobiografías de personas que jamás han escrito más de tres palabras seguidas; todo nos indica que el mundo del libro no es siempre un cúmulo de literatura enriquecedora. Dentro de esta tendencia a apuntarse a la última moda, produciendo un número determinado de palabras para enviar a imprenta antes de que el público cambie de foco, aparecen de manera continua las obras paródicas, aquellas que aprovechan el éxito de un libro para crear otro muy similar de carácter humorístico.

Algunas de estas obras paródicas no ofrecen mucho más una vez superadas las primeras risas por el ingenioso título, ya que se limitan a copiar de modo casi íntegro el texto de la obra original, modificando nombres de personajes y lugares y poco más. Pero sí ha habido obras que han mantenido calidad suficiente como para gozar, por sí mismas, de gran aceptación entre el público lector. Uno de los ejemplos más conocidos es el del libro de 1969 Bored of The Rings (que en España publicó Devir con el nombre Sopor de los anillos, ya en el 2002, aprovechando el tirón de las películas de Peter Jackson). Parece ser que Devir se especializa en este tipo de parodias, ya que también es responsable de la publicación en español de McAtrix, Star Warped: La juerga de las galaxias y El Jobit, escritas por el anglosajón Adam Roberts bajo el pseudónimo de A. R. R. R. Roberts No son, ni mucho menos, las únicas parodias realizadas de estos libros y películas, como tampoco hay una única parodia de la conocidísima saga de Harry Potter, (aunque destaca la serie de Barry Trotter). Por supuesto también han aparecido títulos en formato cómic, como Harry Pórrez, creado por nombres del tebeo tan conocidos como Enriquecarlos o Vergara.

Y el más reciente en apuntarse al carro de la parodia ha sido el escritor estadounidense Andrew Shaffer, quien se ha basado en el nuevo fenómeno literario Fifty Shades of Grey, una trilogía erótica de tintes sadomasoquistas que se originó como fanfiction de Crepúsculo y que está arrasando en Amazon. Shaffer ha escrito 50 Shames of Earl Grey (Cincuenta vergüenzas de Earl Grey, suponemos que con Earl Grey se refiere al popular té de origen británico), mostrándose crítico de la naturaleza comercial y endeble de la obra original. Sin embargo, la parodia es, en cierta manera, un homenaje, y podría decirse que la parodia legitima, hace más real, a la obra original. Puede que Shaffer, en el fondo, le esté haciendo un favor a E. L. James al reírse de su obra./Fuente: Lecturalia/LIVDUCA

sábado, 21 de enero de 2012

La poesía metafísica no debe ser confundida con la filosófica















Ivette Durán Calderón

La poesía ha sido y es tema de estudio y constante preocupación filosófica porque pretende enlazar la cuestión de la autoría con la creación artística y encontrar el punto de unión o separación entre lo que la obra pretende manifestar y aquellos medios de expresión a los que el poeta-artista recurre.

Cuando la poesía ilumina sectores de lo real, oculta otros, permaneciendo siempre la constante necesidad de creación de caminos explicativos sobre lo real. En esta producción de claro –oscuros, a decir de Carmen Romano Rodríguez, “es posible notar que “algo” ha quedado a oscuras (por su ausencia como en los huecos de un rompecabezas o puzzle), o bien como diría Ortega – cuando al notar su ausencia lo extrañamos-“, un “algo” que, dando sentido y unidad a la cosa, no ha sido comprendido –iluminado- en su radicalidad absoluta, del cual, sin embargo, se tiene una cierta experiencia. Opinión de los filósofos: – Precomprensión- diría el alemán Martin. Heidegger. –Vital- diría José Ortega y Gasset. – Una percepción diría el francés Maurice Merleau-Ponty.

En el lenguaje poético, en la poesía ese “algo” permanece como un candil que al iluminar, despeja sombras; porque la poesía continúa diciendo Paz “…designa algo que está más allá de la realidad que la origina, algo nuevo y distinto que los términos que la componen”.

El hombre crea mundos a través de la pluma y su pensamiento, los transmite a través de la palabra oral o escrita y en palabras de Heidegger: “ El habla no es un instrumento disponible, sino aquel acontecimiento que dispone la más alta posibilidad de ser hombre” (refiriéndose al ser humano, hombre o mujer).

No nos referimos solamente a la correcta construcción discursiva, sino a todo lo que tiene que ver con la dimensión ontológica del lenguaje y sus alusiones. Alusiones en las que nos sumerge la poesía, porque va más allá del lenguaje artificial, ya que antes de aclararnos las ideas, la poesía abre las dimensiones del ser de lo real.

En palabras de Heidegger, “ la poesía no es un adorno que acompaña la existencia, ni sólo una pasajera exaltación ni un acaloramiento y diversión””Es ante todo una experiencia estética en palabras de Adorno”.

Pues bien, ratificando el pensar de Romano Rodríguez “la evidencia concreta de la poesía son los poemas” en la apertura lograda por los poemas, la apertura filosófica también encuentra su nutriente fundamental, la luminosidad de su ultimidad más radical.

Deshaced ese verso (fragmentos)

(León Felipe) Felipe Camino Galicia de la Rosa (España, 1884-1968)

"Deshaced ese verso.

Quitadle los caireles de la rima,

el metro, la cadencia

y hasta la idea misma.

Aventad las palabras,

y si después queda algo todavía,

eso, es la poesía….”

El término poesía metafísica se aplica descriptivamente a un tipo de poesía que se ejemplifica en la obra de John Donne y otros poetas ingleses contemporáneos, conocidos así como “Los Poetas Metafísicos”. Este género fue cultivado en la Europa del siglo XVII, por lo que está incluido dentro del periodo barroco. Varios poemas de Francisco de Quevedo se consideran ejemplos de este tipo de poesía dentro de la literatura española.

La poesía metafísica surge de la necesidad de expresar las paradójicas cualidades de la experiencia humana, esto es, lo contradictorio, lo irremisiblemente opuesto tanto en la naturaleza humana como en la vida cotidiana; lo transitorio de la pasión amorosa; la dualidad alma-cuerpo; etc. Esta poesía se caracteriza por la mezcla de pasión y pensamiento, de sentimiento y raciocinio, y en ella el pensamiento se convierte en una experiencia que modifica la sensibilidad. Es una especialidad que algunos comparan con la poesía conceptista del Siglo de Oro español.

En la poesía metafísica el impulso poético inicial es la preocupación del poeta por los problemas metafísicos, que son entrevistos en cualquier aspecto de la vida cotidiana; lo que es relevante en esta poesía no es el tema sino la manera de enfocarlo.

Los temas propiamente metafísicos son, fundamentalmente, la unión del espíritu y el cuerpo, el misterio de la unión de dos seres por el amor y la contingencia del hombre unida a su inmortalidad.

La crítica que originalmente abordó la descripción de este tipo de poesía (James Smith, Herbert J.C. Grierson y T.S. Eliot) subrayó que no debía confundirse con la poesía filosófica, caracterizada únicamente por la meditación sobre temas filosóficos.

El doctor Samuel Johnson llamó en el siglo XVIII metaphysical poetry o poesía metafísica a la practicada por un grupo de poetas ingleses barrocos del XVII que se singularizaban por practicar una poesía meditativa y filosófica sobre los problemas de la muerte, el tiempo, Dios y el amor, y entre los que destacaban especialmente John Donne (1573-1631), George Herbert, Richard Crashaw, Andrew Marvell, Henry Vaughan y Thomas Traherne.

Los méritos intrínsecos de esta lírica fueron reivindicados en tiempos modernos por los trabajos críticos de Herbert J. C. Grierson y T. S. Eliot. En 1948 fue traducida al español por vez primera una primera antología de metafísicos ingleses, revisada y algo ampliada en 1970 por Barral Editores. Este grupo de poetas influyó en las plumas españolas de Luis Cernuda o José Ángel Valente. Compartían un interés común en ciertos temas metafísicos y un enfoque similar al abordarlos. Sus versos rigurosos y energéticos se orientaban más a capturar la razón que las emociones, descartando la intuición y el misticismo en favor de la discusión racional.

Los poetas metafísicos más reconocidos fueron: John Donne, George Herbert, Andrew Marvell, San Robert Southwell, Thomas Traherne, Henry Vaughan, Filan (Jonathan mar De Santiago Flores). En un segundo grupo tenemos a: Thomas Carew, Abraham Cowley, Richard Crashaw, Edward Herbert, Richard Lovelace, Katherine Philips, Sir John Suckling, Richard Leigh

Fue Samuel Johnson, el primero en denominarlos “poetas metafísicos” en su Lives of the Poets (1744), aunque John Dryden ya había señalado, cincuenta años antes, la "metafísica" presente en la poesía de Donne. El grupo llegó a tener una marcada influencia en la poesía del siglo XX, a través de la obra de T.S Eliot, The Metaphysical Poets (1921).

Éxtasis (fragmentos)

John Donne (1573-1631)

…“Si alguien, tan refinado en el amor

que comprenda el lenguaje de las almas,

y que por el buen amor se hiciera todo espíritu

se detuviera a distancia conveniente,

podría (aún sin saber qué alma hablaba,

porque ambas decían, ambas significaban lo mismo)

hallar un nuevo elixir

y partir más puro que cuando aquí llegó”…

Holy Sonnets: I

Thou hast made me, And shall thy worke decay?

Repaire me now, for now mine end doth haste,

I runne to death, and death meets me as fast,

And all my pleasures are Iike yesterday;

I daré not move my dimme eyes any way,

Despaire behind, and death before doth cast

Such terrour, and my feeble flesh doth waste

By sinne in it, which it t'wards hell doth weigh;

Onely thou art above, and when towards thee

By thy leave I can looke, I rise againe;

But our oíd subtle foe so tempteth me,

That not one houre my selfe I can sustaine;

Thy Grace may wing me to prevent his art,

And thou like Adamant draw mine iron heart

Sonetos sacros: I

Tú me has hecho, ¿y tendrá tu obra que decaer?

Repárame ahora, pues ahora mi fin se apresura.

Corro hacia la muerte y la muerte me encuentra con igual premura,

y todos mis placeres son como el ayer.

No oso mis débiles ojos en dirección alguna mover,

la desesperación detrás y la muerte delante producen

tal terror, y mis débiles carnes se consumen

por el pecado en ellas, que hacia el averno las hace caer.

Sólo Tú estás arriba y cuando hacia Ti

con tu licencia puedo mirar, otra vez puedo levantarme;

pero nuestro sutil enemigo tanto me tienta a mí

que ni una hora puedo sustentarme.

Tu Gracia puede darme alas para evitar su arte

y Tú, cual imán, puedes mi corazón de hierro llevarte.

Fuente: Grafilia/ Wikipedia/Biografías célebres/ Poems by Donne and Keon/Arch. Privado Durán-Capel