lunes, 6 de agosto de 2012

Se buscan profesores para las asignaturas de: Imaginación, Inspiración, Talento, Vivencias. Ref: Escuela de Escritores



© Ivette Durán Calderón
De un tiempo a esta parte, dos o tres años, no más, pero más intensamente, en diferentes países se imparten cursos de ¿Escritura? ¿Escritura Literaria? En otras palabras: van proliferando las Escuelas y Talleres para formar escritores. Sin embargo, ésta no es una novedad, México es el país pionero, ya que el año 1986 se creó la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México), que fue la primera en su tipo en Latinoamérica y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Efectivamente, están plenamente justificados los cursos de Redacción, Gramática, Ortografía, Semántica, Sintaxis, Análisis de novela, cuento, relato, ensayo, Crítica Literaria  y un largo etcétera – con lo simple que sería llamar a este curso “Lengua” o “Lenguaje” o “Literatura”-  y no dejar de fomentar la venta de las guías de “Análisis de texto y Lengua”. Pero, no podemos impartir, calificar y evaluar la imaginación, la inspiración, el talento o las vivencias de cada “alumno”. Fulano de tal reprobó por ¿falta de imaginación? Metafóricamente hablando: Podemos llevar a un jumento a la fuerza hasta el río…pero no podremos obligarle a beber de sus aguas.
El asunto no es escribir por escribir y autodenominarse “escritor”. Escritor es quien escribe bien y se hace dueño y eco de su oficio para atraer a sus lectores, llegar a ellos a través de la palabra correctamente escrita. De un escritor se debe aprender, no perder el tiempo leyéndolo. Escribir se aprende escribiendo, luego de leer mucho.
No vamos a divagar en la pregunta de siempre: “¿El escritor nace o se hace?”, muy común en las entrevistas. Las respuestas son variopintas.
Tuve la oportunidad de conocer a varios Diplomados de Formación Literaria que estudiaron en la Escuela Mexicana de Escritores. Me mostraron algunos con orgullo y otros con frustración sus diplomas, los cuales no les hace merecedores del Título de Escritor,  “es la obra, no el diploma, lo que les permite llamarse escritores” - es uno de los axiomas de esa escuela. – Enfatizó uno de ellos.
En una de mis visitas a Argentina, estuve tentada, más por curiosidad, que necesidad, de participar en las clases de "Clínica para novela y crónica", aún me queda la duda si debí o no haber participado.
La Escuela de Escritura Creativa de Chile, ofrecía el año 2006 un interesante – llamado por ellos módulo de estudios-  “fomento del libro y la lectura” asumí que pretendían fomentar la escritura, publicación, venta y compra de libros para su consecuente lectura. El curso estaba dirigido a escritores, estudiantes, amantes del desarrollo literario, del fomento del libro y la lectura, y a la comunidad en general. Mi estancia fue tan breve que no pude obtener más información.
En España, ofrecen capacitación permanente y competitiva con cursos presenciales y online, existe asimismo, un Máster de Narrativa.
No ha dejado de sorprenderme el año 2009, cuando recibí la información-invitación de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos de un “Curso para Escritores” me sonó simpático y diferente. Fue desde entonces que estoy convencida que los escritores pueden y deben actualizar sus conocimientos, sus capacitadores será sus propios colegas, más, o menos destacados, según se aprecie,  ya sea por un golpe de suerte o porque su contemporáneo magistral legado literario no deja lugar a dudas.
Me cabe puntualizar que diariamente me llegan online invitaciones de talleres, cursos, seminarios, etc., para mejorar o aprender el arte de escribir, paralelamente me ofrecen ventajosas ofertas de autoedición, me enseñan a escribir, pago por ello, luego autoedito mi libro, pago y a esperar. Mientras pague realmente me “enseñarán a escribir” o simplemente ofrecen impresión de cualquier texto llámese, novela, cuento poemario, ensayo, etc., libros que jamás llegarán a un escaparate serio, menos aún a una Feria de Libros. Siempre se necesitará la firma editorial. La autoedición halaga el ego y acrecienta el arca de las imprentas.
Os dejo con esta noticia:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
Formación. El arte literario
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí adquiere disciplina y calidad literaria.
En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Son válidas algunas preguntas a propósito de estas escuelas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, quien dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011. 
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas. En todas hay autores, hay muchachos que han ganado premios, profesionales de la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.
Más sobre lo mismo:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
La Sogem fue pionera en sistematizar la enseñanza de la creación literaria. Hoy, varias universidades y otras instituciones han creado sus programas. ¿Se puede aprender a ser escritor en un pupitre? Aquí hablan algunas experiencias

TRADICIÓN. La Escuela de escritores de la Sogem fue pionera en América Latina y España; miles de egresados han pasado por sus aulas, 800 han obtenido algún premio. (Foto: Oscar Palacios)

Arturo Carrasco llegó a la Escuela Mexicana de Escritores con un manuscrito bajo el brazo, era a penas un proyecto, una historia que exigía ser contada. En poco más de un año ha emprendido el azaroso camino de la escritura, ha caído y se ha levantado, ha descubierto que se aprende a escribir escribiendo, que la literatura, como toda arte, no se asimila en un manual sino que es un asunto orgánico y una labor continua por encontrar la voz propia.
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí adquiere disciplina y calidad literaria.

En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Hoy, en pleno siglo XXI, donde existen por lo menos cinco escuelas para escritores, la mayoría de reciente creación, son válidas las preguntas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, el escritor que dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011.
Las escuelas de escritores suelen ser ejercicios de escritura, de tallereo, de lecturas en voz alta, de acompañamiento de tutor-alumno y de alumno con alumno, son espacios para la discusión, el análisis y la autocrítica; lugares en los que no se aprenden el oficio sino que se ejerce con crítica.
Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa que desde 2008 tiene la Universidad del Claustro de Sor Juana, dice Sandra Lorenzano, escritora y vicerrectora de esa institución educativa, está pensado para disfrutar de la escritura y compartirla, para descubrir las posibilidades que encierra, a partir del diálogo con escritores formados, pero también con los pares.
“Creo que no se puede ‘enseñar’ a escribir, pero sí se puede acompañar en un proceso formativo, de conocimientos de las diversas herramientas creativas, y de descubrimiento de los caminos que la escritura puede abrir”, comenta.
Para Elsie Méndez Baillet, directora desde hace un año de la Escuela de Escritores de la Sogem, institución con 25 años de trabajo, las escuelas de escritores brindan herramientas y un punto de vista, un consejo, pero solamente eso, pues dice que si el escritor no trabaja no logra nada. “Trabajamos a través de talleres, de escribir, de leer, de escuchar opiniones de los demás y de corregir. Cuando el alumno termina tiene escritos unos dos cuentos, tal vez un tercio de novela, un guión de cine o tal vez proyecto para televisión”.
Alejandro Montes, profesor-investigador de la academia de Creación Literaria de la licenciatura que se imparte en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México desde 2001, cita que muchos han dicho que “Shakespeare nunca fue a la universidad”, y sugiere que para escribir sólo es suficiente hacerlo, él afirma que es una aseveración muy parcial porque únicamente apela a la voluntad del escritor no al oficio adquirido por la confrontación práctica de la experiencia ni a la adquisición de conocimientos por investigación, estudio y lectura.
Escribir escribiendo
Elsie Méndez Baillet asegura que un escritor se descubre a sí mismo escribiendo. “Solamente con la práctica de su escritura puede descubrir su voz específica que surge a partir de su experiencia propia y de las habilidades que tenga, es decir, el talento, lo han dicho muchísimas personas, tiene que ver con la gran cantidad de trabajo, de práctica y de experiencia”.
Sandra Lorenzano asegura que hay interés, han cursado el programa 900 personas y que incluso han creado la licenciatura en Escritura creativa y literatura, cuya primera generación ingresó en agosto de 2011.
Alejandro Montes dice que un escritor debe profesionalizar su oficio no sólo desde la intuición sino por medio de conocimientos organizados que enriquezcan su trabajo.
González Suárez es categórico: “Una facultad de letras no sirve para ser escritor, hace profesores y críticos, frustra vocaciones literarias; una facultad de letras está demasiado ceñida a una serie de requisitos académicos que no necesita un escritor, está muy bien para la investigación, la docencia pero no para la creación”.
También dice que se equivocan los escritores que aseguran que el escritor se hace en la calle y en la cantina. “Tú no aprendes a escribir leyendo, aprendes a escribir escribiendo y sobre todo aprendiendo a escribir con otros escritores. Los jóvenes tienen que aprender a conocerse, a trabajar consigo mismos; la literatura como todas las artes no es algo que se pueda aprender en un manual, es algo orgánico con lo que tienes que trabajar; las escuelas trabajan con el oficio”.

En los últimos años han surgido escuelas de escritores en latinoamérica y España, está la escuela de escritores en Madrid que tiene mucha actividad, pero también ejercicios en Venezuela, Argentina, Colombia y Estados Unidos. Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa del Claustro de Sor Juana tomó como modelo la Escuela Holden, creada por Alessandro Baricco en Turín.
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obnra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas como Casa Lamm o los ejercicios en el Centro Xavier Villaurrutia o ese experimento que fue la Escuela Dinámica de Escritores de Mario Bellatín.
En todas las escuelas de escritores, hay autores, hay muchachos que han ganado premios, hay profesionales ejerciendo la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.
Fuente/ El Universal/LIVDUCA

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