© Ivette Durán Calderón
De un tiempo a esta parte, dos o tres años, no más, pero más
intensamente, en diferentes países se imparten cursos de ¿Escritura? ¿Escritura
Literaria? En otras palabras: van proliferando las Escuelas y Talleres para
formar escritores. Sin embargo, ésta no es una novedad, México es el país
pionero, ya que el año 1986 se creó la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad
General de Escritores de México), que fue la primera en su tipo en Latinoamérica
y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro
Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Efectivamente, están plenamente justificados los cursos de
Redacción, Gramática, Ortografía, Semántica, Sintaxis, Análisis de novela,
cuento, relato, ensayo, Crítica Literaria y un largo etcétera – con lo simple que sería
llamar a este curso “Lengua” o “Lenguaje” o “Literatura”- y no dejar de fomentar la venta de las guías
de “Análisis de texto y Lengua”. Pero, no podemos impartir, calificar y evaluar
la imaginación, la inspiración, el talento o las vivencias de cada “alumno”.
Fulano de tal reprobó por ¿falta de imaginación? Metafóricamente hablando:
Podemos llevar a un jumento a la fuerza hasta el río…pero no podremos obligarle
a beber de sus aguas.
El asunto no es escribir por escribir y autodenominarse “escritor”.
Escritor es quien escribe bien y se hace dueño y eco de su oficio para atraer a
sus lectores, llegar a ellos a través de la palabra correctamente escrita. De
un escritor se debe aprender, no perder el tiempo leyéndolo. Escribir se
aprende escribiendo, luego de leer mucho.
No vamos a divagar en la pregunta de siempre: “¿El escritor
nace o se hace?”, muy común en las entrevistas. Las respuestas son variopintas.
Tuve la oportunidad de conocer a varios Diplomados de
Formación Literaria que estudiaron en la Escuela Mexicana de Escritores. Me
mostraron algunos con orgullo y otros con frustración sus diplomas, los cuales
no les hace merecedores del Título de Escritor, “es la obra, no el diploma, lo que les permite
llamarse escritores” - es uno de los axiomas de esa escuela. – Enfatizó uno de
ellos.
En una de mis visitas a Argentina, estuve tentada, más por curiosidad,
que necesidad, de participar en las clases de "Clínica para novela y
crónica", aún me queda la duda si debí o no haber participado.
La Escuela de Escritura Creativa de Chile, ofrecía el año
2006 un interesante – llamado por ellos módulo de estudios- “fomento del libro y la lectura” asumí que
pretendían fomentar la escritura, publicación, venta y compra de libros para su
consecuente lectura. El curso estaba dirigido a escritores, estudiantes,
amantes del desarrollo literario, del fomento del libro y la lectura, y a la
comunidad en general. Mi estancia fue tan breve que no pude obtener más
información.
En España, ofrecen capacitación permanente y competitiva con
cursos presenciales y online, existe asimismo, un Máster de Narrativa.
No ha dejado de sorprenderme el año 2009, cuando recibí la
información-invitación de la Asociación Latinoamericana de Escritores
Cristianos de un “Curso para Escritores” me sonó simpático y diferente. Fue
desde entonces que estoy convencida que los escritores pueden y deben
actualizar sus conocimientos, sus capacitadores será sus propios colegas, más,
o menos destacados, según se aprecie, ya
sea por un golpe de suerte o porque su contemporáneo magistral legado literario
no deja lugar a dudas.
Me cabe puntualizar que diariamente me llegan online
invitaciones de talleres, cursos, seminarios, etc., para mejorar o aprender el
arte de escribir, paralelamente me ofrecen ventajosas ofertas de autoedición,
me enseñan a escribir, pago por ello, luego autoedito mi libro, pago y a
esperar. Mientras pague realmente me “enseñarán a escribir” o simplemente ofrecen
impresión de cualquier texto llámese, novela, cuento poemario, ensayo, etc.,
libros que jamás llegarán a un escaparate serio, menos aún a una Feria de
Libros. Siempre se necesitará la firma editorial. La autoedición halaga el ego
y acrecienta el arca de las imprentas.
Os dejo con esta noticia:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
Formación. El arte literario
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que
las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que
allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco
forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez
oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el
aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí
adquiere disciplina y calidad literaria.
En México abundan los talleres literarios, cursos y
diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en
instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas
para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue
la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo
que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura
mexicana del siglo XX.
Son válidas algunas preguntas a propósito de estas escuelas:
¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son
espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a
escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que
las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que
allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay
premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben
terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la
calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de
escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine,
una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de
escritores?”, señala Mario González Suárez, quien dirige la Escuela Mexicana de
Escritores, creada en mayo de 2011.
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para
allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización
para que los alumnos terminen una obra y la publiquen editoriales
independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa
en otras escuelas. En todas hay autores, hay muchachos que han ganado premios,
profesionales de la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener
estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las
Letras.
Más sobre lo mismo:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
La Sogem fue pionera en sistematizar la enseñanza de la
creación literaria. Hoy, varias universidades y otras instituciones han creado
sus programas. ¿Se puede aprender a ser escritor en un pupitre? Aquí hablan
algunas experiencias
TRADICIÓN. La Escuela de escritores de la Sogem fue pionera
en América Latina y España; miles de egresados han pasado por sus aulas, 800
han obtenido algún premio. (Foto: Oscar Palacios)
Arturo Carrasco llegó a la Escuela Mexicana de Escritores con
un manuscrito bajo el brazo, era a penas un proyecto, una historia que exigía
ser contada. En poco más de un año ha emprendido el azaroso camino de la
escritura, ha caído y se ha levantado, ha descubierto que se aprende a escribir
escribiendo, que la literatura, como toda arte, no se asimila en un manual sino
que es un asunto orgánico y una labor continua por encontrar la voz propia.
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco
forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez
oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el
aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí
adquiere disciplina y calidad literaria.
En México abundan los talleres literarios, cursos y
diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en
instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas
para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue
la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo
que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la
literatura mexicana del siglo XX.
Hoy, en pleno siglo XXI, donde existen por lo menos cinco
escuelas para escritores, la mayoría de reciente creación, son válidas las
preguntas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?,
¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a
escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que
las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que
allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay
premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben
terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la
calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de
escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine,
una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de
escritores?”, señala Mario González Suárez, el escritor que dirige la Escuela Mexicana
de Escritores, creada en mayo de 2011.
Las escuelas de escritores suelen ser ejercicios de
escritura, de tallereo, de lecturas en voz alta, de acompañamiento de
tutor-alumno y de alumno con alumno, son espacios para la discusión, el
análisis y la autocrítica; lugares en los que no se aprenden el oficio sino que
se ejerce con crítica.
Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa que desde 2008
tiene la Universidad del Claustro de Sor Juana, dice Sandra Lorenzano,
escritora y vicerrectora de esa institución educativa, está pensado para
disfrutar de la escritura y compartirla, para descubrir las posibilidades que
encierra, a partir del diálogo con escritores formados, pero también con los
pares.
“Creo que no se puede ‘enseñar’ a escribir, pero sí se puede
acompañar en un proceso formativo, de conocimientos de las diversas
herramientas creativas, y de descubrimiento de los caminos que la escritura
puede abrir”, comenta.
Para Elsie Méndez Baillet, directora desde hace un año de la
Escuela de Escritores de la Sogem, institución con 25 años de trabajo, las
escuelas de escritores brindan herramientas y un punto de vista, un consejo,
pero solamente eso, pues dice que si el escritor no trabaja no logra nada.
“Trabajamos a través de talleres, de escribir, de leer, de escuchar opiniones
de los demás y de corregir. Cuando el alumno termina tiene escritos unos dos
cuentos, tal vez un tercio de novela, un guión de cine o tal vez proyecto para
televisión”.
Alejandro Montes, profesor-investigador de la academia de Creación
Literaria de la licenciatura que se imparte en la Universidad Autónoma de la
Ciudad de México desde 2001, cita que muchos han dicho que “Shakespeare nunca
fue a la universidad”, y sugiere que para escribir sólo es suficiente hacerlo,
él afirma que es una aseveración muy parcial porque únicamente apela a la
voluntad del escritor no al oficio adquirido por la confrontación práctica de
la experiencia ni a la adquisición de conocimientos por investigación, estudio
y lectura.
Escribir escribiendo
Elsie Méndez Baillet asegura que un escritor se descubre a sí
mismo escribiendo. “Solamente con la práctica de su escritura puede descubrir
su voz específica que surge a partir de su experiencia propia y de las
habilidades que tenga, es decir, el talento, lo han dicho muchísimas personas,
tiene que ver con la gran cantidad de trabajo, de práctica y de experiencia”.
Sandra Lorenzano asegura que hay interés, han cursado el
programa 900 personas y que incluso han creado la licenciatura en Escritura
creativa y literatura, cuya primera generación ingresó en agosto de 2011.
Alejandro Montes dice que un escritor debe profesionalizar su
oficio no sólo desde la intuición sino por medio de conocimientos organizados
que enriquezcan su trabajo.
González Suárez es categórico: “Una facultad de letras no
sirve para ser escritor, hace profesores y críticos, frustra vocaciones literarias;
una facultad de letras está demasiado ceñida a una serie de requisitos
académicos que no necesita un escritor, está muy bien para la investigación, la
docencia pero no para la creación”.
También dice que se equivocan los escritores que aseguran que
el escritor se hace en la calle y en la cantina. “Tú no aprendes a escribir
leyendo, aprendes a escribir escribiendo y sobre todo aprendiendo a escribir
con otros escritores. Los jóvenes tienen que aprender a conocerse, a trabajar
consigo mismos; la literatura como todas las artes no es algo que se pueda
aprender en un manual, es algo orgánico con lo que tienes que trabajar; las
escuelas trabajan con el oficio”.
En los últimos años han surgido escuelas de escritores en
latinoamérica y España, está la escuela de escritores en Madrid que tiene mucha
actividad, pero también ejercicios en Venezuela, Argentina, Colombia y Estados
Unidos. Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa del Claustro de Sor
Juana tomó como modelo la Escuela Holden, creada por Alessandro Baricco en
Turín.
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para
allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización
para que los alumnos terminen una obnra y la publiquen editoriales
independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa
en otras escuelas como Casa Lamm o los ejercicios en el Centro Xavier
Villaurrutia o ese experimento que fue la Escuela Dinámica de Escritores de
Mario Bellatín.
En todas las escuelas de escritores, hay autores, hay
muchachos que han ganado premios, hay profesionales ejerciendo la literatura,
hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se
inscriba en la llamada República de las Letras.
Fuente/ El Universal/LIVDUCA
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