viernes, 27 de mayo de 2011

Libros digitales, opinión de escritores consagrados









Uno de los temas más recurrentes a la hora de entrevistar a escritores consagrados es la posición que toman frente a las nuevas tecnologías, a la publicación digital y en general a los cambios que está sufriendo la empresa editorial frente al auge de los lectores digitales y el reemplazo de las pantallas sobre los libros en papel. En este artículo te presentaré algunas de las opiniones que he recogido de diversas entrevistas.

Mario Vargas Llosa teme la vanalización de las letras

El escritor Mario Vargas Llosa expresó hace poco que se siente un poco perplejo y preocupado por el futuro de la literatura y agregó que teme que el avance de la tecnología empobrezca y frivolice el ámbito de los libros.

Según Mario el panorama de las letras no puede saberse a ciencia cierta, pero siendo que vivimos en un mundo revolucionado por los eventos audiovisuales, tales como el libro electrónico, estima que la respuesta a la pregunta se encuentra allí. De acuerdo al espacio que tengan estos aparatos, las exigencias del público lector y demás, será el destino que tendrán los libros.

Sus palabras fueron: “Sobre eso tengo perplejidad, dudas y una preocupación. Me parece que el libro electrónico se va a imponer, es un hecho irreversible, y mi pregunta es si eso no va a significar una mayor difusión pero también un mayor empobrecimiento, abaratamiento y frivolización de la literatura“.

Cabe aclarar que el escritor peruano teme que la nueva era de la digitalización de la literatura signifique la “decadencia y el empobrecimiento de la creatividad en los libros tal como pasó con la televisión“.

Pese a sus afirmaciones aclara que considera que el libro de papel no desaparecerá, como algunos pronostican, porque existen muchos lectores acérrimos que no lo permitirán, aunque el número sea reducido, mientras haya unos pocos, el libro se mantendrá a flote.

Otra de las conjeturas de Vargas Llosa es que cada obra literaria que se publique en papel será más rigurosa y profunda y vendrá como resultado de vocaciones más intensas, de este modo habrá una especie de compensación para los todavía defensores de este formato.

Milagros del Corral afirma que aún falta mucho camino por recorrer

Milagros del Corral también ha expuesto su opinión acerca de la disidencia entre la lectura digital y la de libros en papel. Milagros es escritora y presidenta del Comité Científico que organiza el Foro Mundial de la UNESCO sobre la Cultura y las Industrias Culturales (FOCUS 2011) y que abordará la temática de los problemas surgidos por el desarrollo de los ebooks y planteará cómo será el futuro de las Bibliotecas digitales. Dicho foro se celebrará entre los días 6 y 8 de Junio en Villa Reale.

Según Milagros: “Estamos en la prehistoria del ebook” y asegura que todavía no puede establecerse el destino de los libros, que deberían plantearse antes una serie de reglas a seguir por los escritores y las editoriales en lo que se refiere a los temas jurídicos de las publicaciones y agregó que ve de vital importancia crear un compromiso global para el “desarrollo saludable de los e-books y demás contenidos protegidos que circulan en Internet“.

Milagros aboga por la convivencia de los dos formatos (papel y digital) y apuesta por la entrada de nuevos actores y de empresarios innovadores en el negocio de los libros electrónicos.

Escritores que publican en formato digital

El escritor español Javier Marias, quien recientemente ha publicado su última novela “Los enamoramientos”, la ha introducido en el mercado en ambos formatos y puede adquirirse por Internet.

Por otro lado Rosa Montero también apuesta por la lectura de libros digitales y distribuye su última obra “Lágrimas en la lluvia” también en los dos formatos.

Asegura que es una aficionada a las nuevas tecnologías. ”Soy una persona hiper-tecnológica y creo que el libro digital trae muchos avances. Sin embargo creo que hay una falta de gestión gubernamental en este campo y una tardía regulación por lo que temo las graves consecuencias que puede traer esto al sector“.

La Montero agrega que los que dirigen el mercado no están gestionándolo adecuadamente, en cuanto a la protección de los derechos de autor y demás cuestiones legales y a que se está tardando mucho en crear servicios útiles para evitar que se fomente la piratería; y asegura que no estamos preparados como sociedad para enfrentar los inmensos cambios que puede traer la era del libro digital.

Por otro lado, Nick Hornby, otro estimado escritor quien recientemente ha lanzado dos nuevas obras, ha asegurado que esta vez decide apostar por el libro digital y ”Not a Star” y “Otherwise pandemonium“, serán publicadas exclusivamente para e-readers y vendidas conjuntamente. Nick había solicitado ya la publicación de ambas obras en papel pero ha decidido a último momento distribuirlas de formato digital.

Cabe destacar que este escritor había asegurado hallarse completamente en contra de los e-books por lo tanto su decisión sorprende altamente al mundo de los libros. Nick había dicho: “La gente no lee lo suficiente. Su consumo de libros son el par de ellos de bolsillo que les gusta llevarse de vacaciones. Leen unos siete u ocho libros al año y no van a necesitar una máquina para hacer eso.”

¿Qué ha hecho cambiar de opinión acerca de los libros electrónicos a Nick Hornby? La verdad, no lo sabemos, pero queda claro que muchos escépticos de este formato comienzan a darse por vencidos y aceptan que las posibilidades de las nuevas tecnologías pueden ser muy amplias. La cuestión a tener en cuenta es la de siempre, saber hacer algo útil, profundo, interesante con los recursos con los que contamos./Poemas del alma/LIVDUCA

domingo, 22 de mayo de 2011

Veinte relatos del escritor Anthony Burgess, salen a la luz pública



Escritor, dramaturgo y músico inglés, Anthony Burgess es conocido principalmente por su novela La naranja mecánica (1962), obra que fue llevada al cine por Stanley Kubrick.


Burgess trabajó durante varios años en el sudeste asiático como profesor en la Royal Army, hasta que le fue detectada una enfermedad mortal. Decidido a que su obra literaria pudiera mantener a su mujer tras su muerte, Burgess dedicó cinco años a escribir de manera frenética. Sin embargo, el pronóstico no resultó mortal y Burgess escribió durante casi cuarenta años más.

La naranja mecánica obtuvo gran éxito tras la película de Kubrick, aunque su violencia y brutalidad -basadas en un hecho real de la vida de Burgess, generaron cierta polémica. Su uso de un lenguaje inventado para gran parte de la obra muestra la enorme capacidad del escritor para los idiomas, ya que hablaba malayo, japonés, alemán, italiano, entre otros.

Burgess escribió además numerosas críticas y ensayos literarios, compuso varias obras y piezas musicales y escribió obras de teatro.

Anthony Burgess murió en 1993.

El nombre de Anthony Burguess, es posible que a un gran porcentaje de lectores (o de interlocutores, dentro de una conversación), no les diga nada.. Pero si se menciona La naranja mecánica, se diría que más del 90% de los que escuchan o leen sabrán inmediatamente de qué se trata, y que las polémicas imágenes de la película de Kubrick salten de repente a su mente.

El tópico del sótano repleto de cajas llenas de escritos no publicados salta de nuevo a la palestra, y en el caso de Burgess, que si bien es conocido sobre todo por La naranja mecánica, que a su vez es conocida por la adaptación cinematográfica de Kubrick, fue un escritor (y músico) bastante prolífico, se han descubierto recientemente en dichas cajas hasta veinte relatos inéditos.Tras la muerte de su viuda, Liana, la Fundación Internacional Anthony Burgessheredó el contenido de tres casas donde había vivido la pareja, en Londres, Mónaco e Italia, y se ha dedicado durante los últimos cuatro años a revisar el material encontrado. Y no es poco material, entre este contenido hallamos unos cincuenta mil libros, y veinte mil fotografías, sinfonías, poemas y guiones de televisión y cine. Entre los guiones encontrados, algunos sin terminar, otros terminados pero rechazados por productoras y cadenas de televisión, hayproyectos sobre la vida de Atila el Huno o de Sigmund Freud, además de una obra de teatro sobre Houdini que creó con Orson Welles. Parece ser, además, que Burgess tenía la costumbre de escribir relatos, guardarlos y olvidarse de ellos; el infatigable artista publicó 33 novelas en vida, además de ser crítico, guionista y compositor. Entre los papeles encontrados también han aparecido sus primeras composiciones, el guión original deLa naranja mecánica (que Kubrick rechazó, prefiriendo escribirlo él mismo), una composición de ballet sobre la vida de Shakespeare y un musical sobre Trotsky. O por lo menos esto es lo que le aseguró Will Carr, director de la fundación, al periódico británico The Guardian, afirmando además que parte de esta producción se publicará el año que viene de manos de la propia fundación. Parece ser que han encontrado también el guión para una película sobre Napoleón que iba a ser dirigida también por Kubrick, y una de las composiciones descubiertas está ya en manos de la Orquesta Filarmónica de la BBC.

Y una vez más se nos viene a la cabeza esa eterna duda, la misma que preocupa a todos los herederos de un gran artista (o por lo menos a aquellos que tengan un mínimo de ética). ¿Es correcto compartir con el mundo material cuyo autor posiblemente habría rechazado? ¿Es lícito publicar relatos que a lo mejor el propio Burgess preferiría no haber escrito siquiera? Por otro lado, de no haber sido por la iniciativa de dichos herederos, no tendríamos a nuestra disposición algunos de los mejores escritos de la historia de la literatura. Tendremos que confiar en una fundación que, presuponemos, conoce lo bastante la figura y la obra de Burgess como para tomar esa decisión de manera consecuente./Lecturalia/LIVDUCA

sábado, 21 de mayo de 2011

Encontrar mensajes secretos en los libros, sea cual fuere el método

















Las matemáticas dejan en ridículo el código secreto de la Biblia

El supuesto código de letras que esconde la Biblia ha generado incontables libros de análisis conspiranoico y frotamientos de manos de muchas editoriales sin escrúpulos. El código secreto de la Biblia, de Michael Drosnin, es un ejemplo manifiesto de ello: incluso se atrevía a afirmar que la Biblia contenía profecías de hechos contemporáneos.

Las matemáticas, sin embargo, con una lánguida elegancia, desmontan el mito en pocos segundos.

El último intento de encontrarle un significado profundo a la Biblia tuvo lugar a raíz de la publicación de un artículo en una revista de estadística que sugería que la Torá, los 5 primeros libros de la Biblia, contenía secuencias de letras equidistantes que profetizaban relaciones significativas entre personas, eventos y fechas.

El matemático John Allen Paulos explica así esta supuesta conexión estadística:

Una secuencia de letras equidistantes es un conjunto ordenado de letras, en este caso hebreas, cada una de las cuales (salvo la primera) sigue a su precedente por un número fijo de otras letras. (No se cuentan los espacios entre palabras.) Un ejemplo simple es la palabra “nazi” (geNerAliZacIón), si se toma un intervalo entre letras de longitud 2. Habitualmente, los intervalos entre letras son mucho más largos: 23, 47, 69 o 92 letras, e incluso más. Los autores del artículo citado habían identificado en el texto de la Torá secuencias de letras equidistantes correspondientes a los nombres (o algunas variantes) de rabinos famosos que vivieron en siglos posteriores a los tiempos bíblicos, junto con secuencias a menudo contiguas correspondientes a sus fechas de nacimiento u otros eventos relacionados, la probabilidad de lo cual era minúscula.

El análisis matemático, sin embargo revela que estos hallazgos numerológicos parecen haber sido formulados por Rappel o Aramís Fuster: son superfluas y predicen poco, incluso menos de lo normal.

Vayamos a las probabilidades matemáticas de encontrar 4 letras concretas en posición equidistante dentro de cualquier texto, incluida la Biblia. Todo lo que se requiere es multiplicar las probabilidades de aparición de cada una de las 4 letras en la secuencia.

Allen Paulos lo calcula así:

Por ejemplo, si la lengua es el inglés, entonces, en cualquier posición dada, las probabilidades respectivas de las letras l, i, f y e son 0,039, 0,068, 0,022 y 0,124, así que la probabilidad de la sencuencia “life” en cuatro posiciones dadas es simplemente 0,039 × 0,068 × 0,022 × 0,124, lo que da aproximadamente 0,0000072. El producto de estos cuatro números (llamémoslo P) es una probabilidad muy pequeña. Las secuencias de letras equidistantes más largas serían aún más improbables.

Estas cifras hacen pensar a cualquiera que la probabilidad de encontrar la palabra “life” en un texto es remota. Sin embargo, el proceso empleado para descubrir la secuencia “life” en un texto incluye un matiz que se ha pasado por alto. En nuestro cálculo de probabilidades presuponemos que la secuencia de letras y las posiciones estaban especificadas DE ANTEMANO, y que el texto se seleccionó y observó DESPUÉS.

Cuando desarrollemos ese matiz, os daréis cuenta de que las probabilidades no son tan altas.

Quien busca, encuentra. A veces en el mal sentido. Es decir, que tendemos a encontrar patrones si nos decidimos a buscar (y luego organizamos esos patrones para que tengan sentido, lo cual es incompatible con observar la realidad objetiva). Prueba de ello son las nubes: basta mirar un rato el cielo para ver formas reconocibles en esas esposas máquinas lluvia.

O mirad una salpicadura en la pared. ¿Veis al Pato Donald? A eso me refiero. En la pared no está el Pato Donald, sólo hay un puñado de salpicaduras que, según la idiosincrasia del observador, se parecerá al Pato Donald o a cualquier otro icono cultural. Nuestra mente, pues, está bastante incapacitada para observar la realidad: más bien se afana en organizarla a su conveniencia y a darle sentido subjetivo.

Por esa razón es tan fácil encontrar mensajes secretos en los libros.

Por ejemplo, busquemos anagramas en libros famosos. Cory Clahoun, famoso creador de enigmas, descubrió el siguiente en la célebre frase de Hamlet de Shakespeare: To be, or not to be: that is the question: / Whether ´tis nobler in the mind to suffer / the slings and arrows of outrageous fortune(“Ser o no ser: he aquí la cuestión / Cuál es más digna acción del ánimo / sufrir los golpes de la fortuna injusta…”).

Éste es un anagrama exacto que brinda un perfecto resumen del contenido de la obra: In one of the Bard´s bestthought-of trageides, our insistent hero, Hamlet, queries on two fronts about how life turns rotten (“En una de las tragedias mejor pensadas del bardo, nuestro insistente héroe, Hamlet, se pregunta en dos frentes por qué la vida termina en putrefacción”).

Como señala Richard Wiseman, no estamos asistiendo a nada prodigioso:

Es simplemente la ley de los grandes números en funcionamiento. Dado el gran número de combinaciones de letras en las palabras y la enorme cantidad de texto en obras y en libros, no es sorprendente que cada tanto aparezca un anagrama. Lo que es quizá más sorprendente es que haya personas dispuestas a invertir una significativa cantidad de su tiempo en buscarlos.

Como ya escribí en una ocasión, incluso hay gente que busca esta clase de coincidencias completamente naturales desde el punto de vista de las matemáticas para darle más lustre a libros como la Biblia. Por ejemplo, El código secreto de la Biblia, de Michael Drosnin, es un ejemplo manifiesto de ello: incluso se atrevía a afirmar que la Biblia contenía profecías de hechos contemporáneos.

El matemático John Allen Paulos explica así esta supuesta conexión estadística:

Una secuencia de letras equidistantes es un conjunto ordenado de letras, en este caso hebreas, cada una de las cuales (salvo la primera) sigue a su precedente por un número fijo de otras letras. (No se cuentan los espacios entre palabras.) Un ejemplo simple es la palabra “nazi” (ge N er A li Z ac I ón), si se toma un intervalo entre letras de longitud 2. Habitualmente, los intervalos entre letras son mucho más largos: 23, 47, 69 o 92 letras, e incluso más. Los autores del artículo citado habían identificado en el texto de la Torá secuencias de letras equidistantes correspondientes a los nombres (o algunas variantes) de rabinos famosos que vivieron en siglos posteriores a los tiempos bíblicos, junto con secuencias a menudo contiguas correspondientes a sus fechas de nacimiento u otros eventos relacionados, la probabilidad de lo cual era minúscula.

En resumidas cuentas, lo importante no es la probabilidad de que aparezca una secuencia particular en un texto sino la probabilidad de que ALGUNA secuencia de significado vagamente similar aparezca DE ALGÚN MODO y EN ALGUNA PARTE del texto.

Bajo esta reglas tan laxas, es fácil, por ejemplo, encontrar secuencias interesantes en la traducción inglesa de Guerra y Paz: “Jordan”, “Chicago” y “Bulls”. Es decir, que Tolstoi estaba profundamente interesado en el futuro del baloncesto.

El artículo estadístico antes citado también puede ilustrar otro defecto más sutil que tiene que ver con sesgos no intencionados en la elección de las secuencias buscadas, procedimientos definidos vagamente, la variedad y las contingencias de la ortografía del hebreo antiguo y las diversas versiones de la Torá, o incluso el teorema de Ramsey, un profundo resultado matemático sobre la inevitabilidad del orden en cualquier secuencia de símbolos lo bastante larga.

La disparidad (al gusto del consumidor) del hallazgo de mensajes reveladores en los libros incluso fue el gérmen de una mancia ciertamente letraherida: la bibliomancia. Pero de de eso os hablaré en la próxima entrega de este artículo.

¿Podemos encontrar mensajes secretos en los libros?

Buscar intencionadamente lo que se quiere encontrar. Es lo que se vino a llamar bibliomancia. El método consistía en abrir un libro en una página al azar para interpretar así su contenido contextualizándolo y adaptándolo a la circunstancia presente. Esto es lo que dice el diccionario. Lo habitual, sigue el diccionario, era leer el primer párrafo.

Otra forma más indirecta de escoger el fragmento que se sometería a exégesis consistía en dejar el libro a la intemperie, abierto a la mitad exacta, para que el viento se encargara de pasar las páginas. También servía el arrojar el libro y leer la página donde hubiera quedado abierto. Tradicionalmente, el libro que se empleaba siempre para esta clase de adivinaciones era la Biblia. Con el transcurrir del tiempo, no obstante, son otros los libros que se han convertido en guías espirituales para los bibliomantes, como La Eneida de Virgilio. Por ejemplo, durante el Imperio Romano, cuentan las crónicas que Adriano señaló al azar un párrafo de La Eneida que predijo la aprobación por Trajano de su sucesión al trono.

O que Claudio II señaló un párrafo que vaticinó la muerte de su hermano Quintilo pocos días después de convertirse en emperador. También se usaron La Ilíada y La Odisea, de Homero. Ya ven ustedes, todo muy místico, todo muy código secreto de la Biblia o código da Vinci, o Código Penal, si me apuran: los leguleyos me entenderán.

Cualquier libro sirve, desde uno de Borges a uno de Twain, pasando por un poemario y hasta un lexicón. La serendipia llevada al extremo. El libro convertido en médium. La cura para la incertidumbre. Unos dados literarios para quienes, como yo, consideran azar y cálculo primos hermanos, cuando no hermanos gemelos univitelinos.

En cualquier caso, los que tengan una sensibilidad especial no necesitarán tirar de su cerebro mal calibrado para encontrar patrones donde en realidad no hay nada. Los especialmente sensibles podrán encontrar mensajes secretos de verdad. De los que vale la pena encontrar. Mensajes que no pueden ser analizados matemáticamente.

Para encontrar estos mensajes, sin duda, se requiere tesón. O a lo mejor, por casualidad, algún día te tropiezas con algún verso huérfano en una servilleta de papel de una cafetería perdida, o con un bosquejo en alguna pared tapiada, o con el eco de una tonada melancólica en un zaguán, o con una bella forma de barro en un alcorque, o con las joyas en forma de lentejuelas de rocío derramadas sobre el césped recién regado, o con el ritmo sincopado de las pisadas de una niña sobre la hojarasca crujiente. El mundo, aunque os parezca lo contrario después de mi explicación, es más fértil en este tipo de mensajes que en los comúnmente conocidos como mensajes secretos.

Si no, siempre nos queda mirar el cielo y reconocer al Pato Donald en una nube. /Por: Sergio Parra/LIVDUCA

domingo, 1 de mayo de 2011

Una biblia para ateos “The Good Book” (El Buen Libro)



El filósofo británico A. C. Grayling ha despertado el interés de los lectores del mundo anglosajón gracias a su publicación de una biblia para ateos. Se trata de una recopilación, en un formato muy similar al de la biblia tradicional, de citas de filósofos, historiadores, científicos y grandes pensadores en general de la historia de la humanidad. Aunque todas las citas provienen de personajes reales, en su biblia humanista Grayling no hace mención de sus fuentes, pero son reconocibles algunos de los dichos más populares de grandes como Isaac Newton, Sócrates o Darwin. Grayling pretende compensar de esta manera la ausencia, en su opinión, de un libro de referencia moral para los no creyentes. El autor, que se ha especializado siempre en aspectos éticos relacionados con la búsqueda de la felicidad por parte del hombre contemporáneo, define su obra como un compendio de la búsqueda de lo bueno, de lo que nos hace felices.

Lejos de criticarlo por ello, algunos sectores religiosos incluso lo han apoyado. Algunas voces seculares han apuntado la necesidad de historias diferentes para los no creyentes, que también buscan las cosas buenas de la vida. Grayling apunta a una visión sorprendentemente benévola del ser humano, asegurando que hay más bondad que maldad en el hombre, y que todos debemos estar abiertos a encontrarla, algo para lo que serviría este tomo de versículos de sabiduría histórica. Grayling desconfía de los intentos de constituir una religión humanista, con rituales y formas semejantes a las de las grandes religiones monoteístas, como ya intentó hacer Auguste Comte en su momento, pero insiste en las ventajas de tener un libro semejante en formato a la Biblia cristiana, debido a su composición de pequeños textos, que nos permiten abrir el libro en cualquier página y encontrar una frase sobre la que meditar. A ello ha dedicado este filósofo anglosajón treinta años de su vida.

Y Grayling no es un filósofo cualquiera. Profesor de filosofía de la Universidad de Londres, educado en Oxford, ha publicado más de veinte libros sobre filosofía. Ha sido columnista de The Guardian y The Times, dos de los periódicos anglosajones más importantes, además de ser locutor en varias emisoras de radio. Es editor de varias publicaciones académicas y en 2003 fue miembro del jurado del Premio Man Booker, y fue miembro del Foro Económico Mundial, parte del grupo de mediación entre Occidente y el mundo islámico. También es miembro de la Sociedad Real de Literatura y de la Sociedad Real de las Artes, y fue durante diez años el Secretario Honorífico de la Sociedad Aristotélica, la asociación filosófica más relevante del Reino Unido. En resumen, si alguien iba a construir una biblia para no creyentes, este autor tiene todos los credenciales necesarios. Es curioso que, tal vez para no distraer al lector en su reflexión, estos versículos ateos no incluyan referencia alguna al autor de cada cita, por lo que varios críticos han comentado que su lectura es imposible sin tener una pantalla de ordenador al lado, convenientemente aparcada en Google o algún buscador similar.